Solo cuidamos lo que amamos
Y solo amamos lo que conocemos
Alicante y su entorno han perdido la estima de sus ciudadanos y el orgullo de ser y vivir aquí.
Vemos lo sucia, fea, incomoda y antipática que está y no reaccionamos.
Los poderes municipales, con sus obsesiones de máximo beneficio y mínimo esfuerzo, no han permitido el conocimiento y el protagonismo en las decisiones que tienen que ver con su ciudad, y por lo tanto de lo que Alicante es capaz de ser, que es mucho y bueno.
No son sólo las grandes actuaciones las que hacen la ciudad. Quizás no sea la hora de las grandes obras, sino la hora de los ciudadanos, de su comodidad y el orgullo de quien sabe que son lo primero, antes que el negocio de unos pocos.
El contrato social entre las partes, permitiría tener aparcamientos o jardines y huertos urbanos en los solares vacios que se reparten por toda la ciudad afeándola hasta lo insoportable.
Explorar los acuerdos con entidades que tienen obras a medio terminar y que no saben qué hacer con ellas, que en acciones de auto acabado, con apoyo técnico y de la industria, haría posible el acceso a la vivienda a personas con escasos recursos económicos, a la vez que renovaría la conciencia ayuda y colaboración.
Y tantas, tantas otras cuestiones que los alicantinos sabemos acerca de cómo debe de sr la ciudad que queremos dejar en herencia a nuestros hijos y que queremos para vivir.
El urbanismo concertado con los propietarios de terrenos en las partidas rurales podría dar una nueva dimensión a los deseos de volver a vivir en la naturaleza, sin perder el carácter de alicantino.
Un Plan General debe hacerse a partir del convencimiento de que solamente a través de los ciudadanos, su participación, el conocimiento de sus ansias, ilusiones, necesidades de sus barrios y la idea de un Alicante que sea su Alicante.
Nada de esto es posible sin la idea clara de que la política es el instrumento adecuado para conseguirlo.
Y como estoy convencido de que esto es posible, muy difícil, pero posible, aspiro a que nos den la confianza para intentarlo.
Juan Castillo Carpio